PASAR DE CUARTOS


El miércoles 18 de junio de 2008, mientras la selección se preparaba para enfrentar su eliminatoria de cuartos de final contra Italia en la Eurocopa de aquel año, yo le envié un correo electrónico a mi gente, que decía cosas como ésta:

«Catorce años han pasado. ¿Recuerdas, benquerido Malpelo? Marcos, tú y yo; en la casa de la calle Lorca -aquel cuarto piso que se convertía en un horno crematorio con el estío-; y era entonces el verano de 1994, en horario vespertino, cuando Lorenzo somete con más encono. Nos habíamos disfrazado la cara de rojo y gualda.

Dino Baggio zumbó primero. Caminero nos hizo estallar de contento (¿hemos cantado alguna vez en la vida un gol como cantamos aquél?).

Suplicamos al cielo que Julio Salinas no fallara aquel gol que nunca llegó a ser.

Sentimos el frío hierro penetrar nuestras entretelas, con el tanto de Roberto Baggio.

Y comprendimos lo que era la Injusticia cuando vimos a Luis Enrique, roja la camiseta con su propia sangre, llorar de rabia ante un juez ciego, sordo y cruel, incapaz de darnos aquello de lo que nos habíamos hecho merecedores.

No recuerdo si lloramos: el castigo era tan excesivo que lo hacía todo extrañamente irreal. Aquello no podía estar pasando. Sin mirarnos, sin hablarnos, fuimos al baño y nos lavamos la cara.

Hace unos días les hacía partícipes a ustedes mi amor por los toros, a causa de su pedagogía implícita. Exactamente la misma razón por la que amo el fútbol: porque te enseña de qué va la vida.

La vida va de batallas, de retos, de expectativas. La vida va de éxitos rotundos y rotundos fracasos. La vida va de Armadas Invencibles derrotadas por el viento y de Lepantos arrancados al Destino con el derroche del apostador temerario.

Me place Italia, no sólo porque apetezco revancha, sino porque es bravo enemigo. Siento sinceramente que no puedan jugar Pirlo y Gattuso, porque deseo una victoria que no se pueda menospreciar en base a circunstancias…»

Y aquel partido, como es bien sabido, terminó con un penalti convertido por Cesc. Y de aquel penalti brotaron dos Eurocopas y un Mundial.

Pero, para todos los que nos criamos bajo la eterna amenaza de no pasar nunca de cuartos, jugar contra Italia siempre nos trae el alegre recuerdo de la vida bien luchada.


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