DOMESTICAR DEMONIOS


Leo en este artículo algunos comentarios hechos por el propio estudio Ghibli sobre El viaje de Chihiro. Me llama la atención especialmente lo siguiente:

…Miyazaki dijo que Yubaba, Sin-Cara y Chihiro representan cada uno un aspecto de una única individualidad. Todo el mundo tiene cosas buenas y malas… Sin-Cara está dentro de todos nosotros…

La obra de arte dice verdades. A veces son agradables, a veces no.

Y la artesanía para hacer una buena exposición del mal que todo ser humano puede ser es una habilidad que no tiene por qué conllevar, necesariamente, una mayor capacidad para el bien.

Porque ser consciente de que las tentaciones llegarán no evita su aparición. Y ante cada una de ellas siempre nos volvemos a encontrar completamente solos y desnudos. Ser conscientes de que aceptar las tentaciones nos puede convertir en monstruos no las hace desaparecer. De la misma manera que no todas las tentaciones tienen la misma intensidad, ni son igual de peligrosas.

Uno de los eternos dramas de la condición humana proviene en buena medida de la constante posibilidad de decir sí a la tentación, a pesar de todo. A pesar de la monstruosidad que amenaza y cuya posibilidad no nos podemos negar sin engañarnos a nosotros mismos.

El Sin-Cara que todos somos tiene tantas formas de decirnos y convencernos de que en realidad no es para tanto, que no seremos tan horribles, que sólo será esta vez…

Y, además, en ocasiones, uno ha de aceptar algunas tentaciones, para lograr aquellas cosas que necesita con el objetivo de cuidar a otros; como le sucede a Chihiro en la escena del dios pestilente.

Buena parte de la sabiduría de toda existencia humana consiste en tratar de alcanzar el equilibrio entre los deseos a los que cedemos y los vicios de carácter que acechan tras cualquier cesión que nuestra voluntad se permite.

Todo esto está magistralmente mostrado por Miyazaki en la tensa relación que mantienen Chihiro y el Sin-Cara. Que es la tensa relación que todos mantenemos con los demonios que somos.

Que Dios nos dé la gracia de tomar, en cada momento que nos sean ofrecidas, la tablilla justa y necesaria para solventar la situación en la que nos encontremos.

Y, como ya dijera en una entrada perdida de El Sosiego Acantilado, que sepamos domesticar a nuestros demonios, ya que es imposible matarlos. Pues, siendo parte de nuestra alma, sólo morirán cuando nosotros lo hagamos.

Y domesticarlos es la única manera de no acabar arrastrándonos por el suelo, en busca de falso oro.


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