DIARIOS 99/18


El miércoles 7 de Julio me convertí oficialmente en militante del Bloque Nacionalista Galego, en su sede de la calle Galiano de Ferrol.

Pero lo que ha quedado grabado a fuego en mi memoria sucedió cuatro días más tarde, el domingo 11 de Julio.

Pocas veces me ha ocurrido lo que me ocurrió entonces: estar completamente convencido -en el mismo momento en que lo estaba viviendo- de que iba a recordar esa jornada, a causa de su belleza, por el resto de mi vida.

Había decidido subir andando hasta la ermita de Chamorro. Cuando llegué a ésta, la mirada se me fue hacia lo alto del monte. Y seguí andando. Cuando llegué arriba, la mirada se me fue un poco más allá. Y ya no dejé de andar hasta que alcancé la playa de Doniños.

…los caminos del monte siempre llevan a algún sitio; sólo hay que esperar, parándose sólo para descansar y volver con más fuerzas al camino. Las piernas llenas de costras, el moreno de piel mal hecho, los paisajes en la imaginación de los recuerdos y un alma más fuerte: eso queda tras una jornada como la de hoy.

Recuerdos de felicidad perpetua. Como cuando alcancé el punto más alto de aquellos montes y vi aparecer de repente ante mí, de forma completamente inesperada, la costa al norte de la Ría, hasta la Serra da Capelada, así como el azul del Atlántico, en aquel día de sol radiante; y mis ojos, turbios de horizonte, apenas eran capaces de creer la belleza que me aplastaba en aquella modesta cumbre.

Y entonces me imaginé a mí mismo, años después, caminando por aquel mismo lugar, y dejando que mis futuros hijos se adelantasen, tratando de fijarme en sus rostros cuando la mirada se les llenase de todo aquello que me desbordaba a mí en aquel momento.

Y fue aquel día, también, mi primer encuentro con los caballos.

Una pequeña manada de caballos salvajes de la sierra cercana, que nunca he vuelto a ver tan al sur. Incapaz de entender aquella presencia, como el mortal que sorprende dioses antiguos en un bosque pagano, me subí a unas peñas cercanas, para poder observarlos mejor sin llamar su atención. No sé cuánto tiempo pasé allí subido, simplemente gozando de su contemplación.

Los caballos salvajes se convirtieron ya para siempre en animal totémico y han retornado multitud de veces en mi pensamiento y en mi escritura.

Pues esa militancia nunca podrá ser abandonada.

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