DIARIOS 99/19


Aquel año, el 25 de Xullo, mi primer Día da Patria Galega, cayó en domingo. Pero yo fui el día antes a Santiago y me quedé a dormir en un instituto que había alquilado Galiza Nova, las juventudes del BNG.

La noche del sábado 24 acudí a la plaza de Mazarelos para participar en mi primer Mitin das arengas, tradición iniciada por el Partido Galeguista durante la Segunda República.

Antes, durante aquella misma jornada, había ocurrido algo que me impresionó profundamente.

Formaba yo parte de una comitiva de Galiza Nova. Entramos en el convento de Santo Domingo de Bonaval, donde se encuentran los restos de Rosalía de Castro y Castelao. Dejamos sendos ramos de flores en cada tumba.

Nos acompañaba un gaiteiro, que empezó a tocar el himno gallego. Yo escribí en mi diario:

Ante Castelao y Rosalía fui a levantar por primera vez mi mano con el puño cerrado; hoy por primera vez fui a levantar mi voz para cantar el poema que Pondal le había dejado a los gallegos para maldecirlos con la imposibilidad de quedarse quietos al ver cómo destruyen su patria. Viva Galiza Ceibe.

Fue mi rito de paso. La escenografía y el guión habían conquistado completamente mi alma anhelante de misión y épica.

Muchos años más tarde, al leer a Yehoshua Singer, hallé una definición casi perfecta de lo que yo había vivido aquellos días de julio:

De pronto, sin saber cómo, se encontró al lado del Reichstag. La enorme plaza estaba repleta de banderas y de antorchas, de ruido y de hombres desfilando. Desde vehículos abiertos, los nuevos líderes de la nación uniformados arengaban a los que allí estaban congregados. Las masas coreaban, respondían con alzamiento de brazos, y gritaban como presas de histeria. Yegor sintió que la sangre le subía a la cabeza y le transmitía una fuerza interior que nunca había tenido. Quería realizar grandes hazañas, excepcionales y heroicas. Se encontró a sí mismo alzando el brazo, vociferando y repitiendo las consignas, al unísono con los miles de entusiastas.

Por primera vez sintió que la vida tenía sabor y sentido, un gran sentido.

La familia Karnowsky; Acantilado, 2015; pg. 289.


Deja un comentario